El libro de los Hidalgos – Capitulo Segundo

Segundo capítulo de estas cortas fábulas sobre hombres de cuna alta y nobles, a la par que necias, intenciones. Aquí el primer capítulo.
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«Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir.»
Honoré de Balzac

Capitulo Segundo

El gentil jinete Don Sergio

El Hidalgo Don Sergio García
sobre su gentil montura
el más apuesto se creía.
.
Al trote y al paso galopaba,
irguiéndose en toda su estatura
ante las gentil damas.
.
Las mozas más apuestas se sonrojaban
cuando el Hidalgo sobre su montura
una mirada las dedicaba.
.
Un día Don Sergio,
paseando por la villa
Descubrió a una Dama bajo una sombrilla.
Aminoró el paso con aire galante
hasta situarse junto a su carruaje.
.
La dama alzó la vista hacia Don Sergio
que creyó perder la razón
aquella mujer le había robado su corazón.
Irguiese Don Sergio en toda su estatura
pero la mujer no le miraba
solo le interesaba su montura.
.
Sintió una ira sin igual
al sentirse traicionado por el animal.
Agitó su vara golpeándole
al que hasta ahora había sido
su fiel corcel.
.
El caballo se agitó enfadado
pues también se sentía traicionado.
Relinchó y se encabritó el animal
acabando con su amo en un lodazal.
.
La dama rió ante tal payasada,
y la galantería de Don Sergio
se volvió agua pasada.
Desde entonces quien lo ha visto
cuenta que huraño se ha vuelto
y algo arisco.

El Libro de los Hidalgos – Capitulo Primero

«Jamás penséis que una guerra, por necesaria o justificada que parezca, deja de ser un crimen.»
Ernest Hemingway
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Capitulo Primero

El valeroso Hidalgo Don Ferran

En un lugar de España
cuyo nombre no es menester preguntarse,
vivía galantemente el ingenioso Hidalgo
Don Ferran
conocido en la comarca
por su afán de hacer el bien
y su aspecto señorial.
.
Puesto que un día, el ingenioso Hidalgo
viérase con una carta entre sus gentiles manos.
Un sello del Rey
descubrió sorprendido
y apresurase a conocer lo desconocido.
.
Poco podía imaginar que a todo un caballero como a él
a filas lo pudieran llamar.
Presto y con ligereza
cogió su casco y se lo echó a la cabeza.
Su patria su ayuda pedía
y ningún Hidalgo de buen nombre se la negaría.
.
A filas marchó el pobre soldado
con su inocencia a la espalda
Y en su mano el cayado.
.
Muerte dio a mil enemigos
pero solo uno bastó para rajarle el ombligo.
En su zanja de guerra se desangraba
poco a poco veía como su vida acababa.
Su mente viajó volando al pasado
a la época en que no era
más que un Hidalgo honrado.
.
Con la sangre en sus manos
recordó haber matado a otros humanos.
Sollozando pidió la extremaunción,
pero no había cura en aquel lugar
alejado de la mano de Dios.
.
Así murió el Ingenioso Hidalgo
Sin valentía ni bravura
Pues al dar muerte a otros
Cavó su propia sepultura.