Como dije, aquí presento algunos bocetos preliminares del diseño de concepto para el videojuego de Effar Studio «New Eden Conflict», creados por nuestro dibujante Bato.
Podéis ver otros trabajos de Bato en su blog.
Como dije, aquí presento algunos bocetos preliminares del diseño de concepto para el videojuego de Effar Studio «New Eden Conflict», creados por nuestro dibujante Bato.
Podéis ver otros trabajos de Bato en su blog.
La cadena AMC confirma oficialmente la producción de una tercera temporada de la serie «The Killing» seis meses después de anunciar su cancelación, al parecer gracias a un acuerdo con Fox tv.
Veena Sud conserva su puesto de showrunner de la serie que estará de vuelta con un nuevo misterio, el cual será resuelto al término de los 12 episodios encargados.
Los que conozcan la serie, sabrán que se trata de una adaptación de la serie danesa «Forbrydelsen», y que gira en torno a la investigación de un crimen, como ya sucediera en la mítica «Twin Peaks» y asesinato de Laura Palmer (Pero sin fenomenos paranormales). Pues todo a punta que en esta tercera temporada los detectives Linden (Mireille Enos) y Holder (Joel Kinnaman) se vean inmersos en el corazón de una nueva investigación. Por lo que el resto del reparto será reemplazado.
El rodaje está planificado que comience el 25 de Febrero para que puede ser estrenada en primavera o verano.
«Da Vinci’s Demons» es la nueva serie de la cadena Stars, en colaboración con la británica BBC Worldwide, para la próxima temporada. Creada por el escritor, productor y director David S. Goyer, Co-guionista del «El caballero Oscuro: La leyenda renace», y que narra la historia no contada (con tintes fantásticos) de Leonardo Da Vinci, centrándose en su juventud en florencia.
El creador de la serie ha dicho que será sobre historias secretas, genialidad, locura y todas las cosas profanas, mientras que al emitirse por un canal de cable premium, intentará que la historia sea tan oscura, desafiante e irreverente como se merece.
Es cierto que tras leer el argumento de la serie y ver el trailer, me genera ciertas dudas respecto al producto final y es que el antes mencionado David S. Goyer, también es el responsable de llevar a cabo «Flashforward», serie que prometía mucho y luego quedó en agua de borrajas. Pero es mejor no precipitarse y esperar a su estreno, que será en Abril de 2013.
«Todos nacemos originales y morimos copias.»Carl Gustav JungUna mala copia
El chico de mantenimiento estaba agachado junto a la fotocopiadora. Las tripas del aparato se hallaban diseminadas por el suelo. Laia se encontraba de pie junto a la puerta, apretando un dossier contra el pecho. Tenía la vista fija en el trasero del muchacho, el cual se marcaba de una forma poco sutil bajo el mono de trabajo. “Seguro que va al gimnasio”, pensó Laia. El muchacho se volvió para coger una herramienta de su caja y se dio cuenta de su presencia por primera vez. Laia se sonrojó.
– Ya volveré luego.- Dijo ella incómoda y se dispuso a marcharse.
– No hace falta.- Contestó él.- Ya casi he terminado.- Y le regaló una espléndida sonrisa.
Laia asintió con la cabeza y permaneció en el mismo lugar mientras el chico volvía a introducir sus manos en el cuerpo de la bestia. Trató de mirar a otro lado mientras esperaba, por lo que paseó la vista por la habitación de fotocopias. No había nada de especial interés. Estantes con papel de diferentes medidas y gramajes, algunas cajas de tóner y un poster motivacional donde salían un grupo de pingüinos y una frase rezaba debajo: Trabajo en equipo. En la pared de enfrente vio un tablón de corcho lleno de anuncios. Se fijó en uno que anunciaba una fiesta en la playa organizada por algunos compañeros. Sin querer, su vista la traicionó y se posó de nuevo en aquel perfecto trasero. Se maldijo por su falta de fuerza de voluntad, pero acto seguido prefirió disfrutar que hacerse reproches.
Lo cierto era que el chico era bastante guapo y aunque apenas había cruzado con él más que un par de saludos cordiales, le parecía simpático y agradable. No es que ella fuera el tipo de chica que se prestara a cotilleos, pero más de una vez, al entrar en la sala de descanso, había escuchado a las chicas de centralita desgranando los entresijos de aquel atractivo cuerpo. Laia no solía hablar con las tele-operadoras porque le molestaba la gente que escupía palabras como una ametralladora, y ciertamente éstas eran de ese tipo. Pero aquella conversación la escuchó con atención mientras se servía café. Hablaban del muchacho como si fuera una chocolatina. Ella se sintió molesta por aquel trato más propio de los hombres, pero ahora ella no podía dejar de mirarle el culo. Trató de imaginar qué tipo de persona sería en realidad, al margen de tan buen aspecto. Comenzó a imaginar que sería salir con él. De alguna forma se vio transportada a una noche veraniega, a una fiesta en la playa.
La luna estaba llena y las estrellas brillaban en el cielo. Laia llevaba un bikini blanco y un pareo de flores alrededor de la cintura. Se había recogido el pelo en un moño improvisado. Cogiéndola de la cintura avanzaba junto a ella Marco, el chico de mantenimiento. En realidad Laia no conocía el nombre del muchacho, pues en la etiqueta bordada de su uniforme ponía: M. Ferrer. Marco llevaba un bañador tipo surfista de color azul y blanco, y una camiseta negra de tirantes. En su mente ya era la tercera cita, y las dos anteriores, claro, habían sido perfectas. Buena música, buena comida y él muy galante. Nada más. No era una chica fácil. Llegaron a la fiesta y se acercaron a la hoguera. Algunos compañeros se acercaron y les felicitaron por estar juntos.
De algún lugar de su mente, apareció un conjunto musical, ciertamente famoso, pero que el nombre, en aquellos momentos, a Laia se le escapaba. Y comenzaron a bailar. La cosa marchaba a la perfección. Sin saber cuánto tiempo había pasado, ella se encontró exhausta de tanto baile y decidió ir a sentarse. Marco trató de convencerla de continuar, al menos otra canción, pero no pudo disuadirla, de modo que en lugar de ir tras ella para descansar, se agarró a la primera chica que pasó por allí. Laia, sentada sobre una toalla, no podía creerlo, su chico estaba bailando excesivamente pegado con la pelirroja de administración. La tía más promiscua del departamento. Y si había alguna cosa que le costara cerrar más que le boca eran las piernas. Para alivio de Laia la canción terminó y se separaron. Marco cogió un par de latas de cerveza de un cubo lleno de hielo y se sentó junto a ella. Marco dejó una lata sobre la arena y abrió la otra de la que escapó un reguero burbujeante de espuma. Laia extendió la mano creyendo que Marco le iba a dar la cerveza, pero este, sin siquiera mirarla, se la llevó a la boca y, con un largo trago, se la bebió de golpe. Dejó escapar un estruendoso eructo. Lanzó la lata que cayó junto a un cubo que habían dispuesto como basura y cogió la otra ante la mirada de sorpresa de Laia. Marco al descubrir que ella le observaba la lata de la mano, pegó un pequeño sorbo y dijo: Si querías me lo podrías haber dicho.
Cuando Marco apuró la segunda lata se tumbó sobre la toalla. El grupo tocaba una canción romántica. Laia decidió dejar de banda el incidente y se tumbó junto a él, mirándole. Marco sonrió. “Que sonrisa tan bonita tiene”, pensó ella. Se estiró y le besó en los labios, olvidándose de todo lo demás. Él la correspondió. Los besos se hicieron más intensos. Notó como la lengua de Marco se adentraba profundamente en su boca, cosa que la incomodó un poco, pero lo dejo continuar. Entonces su mano derecha, hasta ahora sobre la cadera de Laia, se deslizó furtiva y audaz sobre uno de sus pechos. Laia dio un respingo hacia atrás, pero la mano siguió ahí.
-Espera, vamos un poco deprisa.- Dijo ella sintiéndose incómoda y mirando de reojo que nadie la observara.- Este no es el mom…
Marco se lanzó de nuevo sobre su boca ignorando lo que decía. Ella se apartó y le quitó la mano. Enojada se levantó y se marchó de su lado. Se acercó a la hoguera, enfurruñada y cruzada de brazos. Esperaba que en cualquier momento Marco viniera pidiendo disculpas, pero los minutos se sucedían y él no aparecía por ningún lado. Finalmente se dio la vuelta y lo busco con la vista. “¡Maldito Cabrón!”, pensó. Se estaba dando el lote con una de las cotorras de la centralita, y encima le estaba cogiendo el culo como si quisiera exprimírselo. La mandíbula se le desencajó y por un momento creyó notar cómo le pesaban los cuernos sobre la cabeza.
– Ya la tiene arreglada.- Dijo el chico de mantenimiento.
Laia, aún con la cara desencajada, le lanzó una mirada llena de ira que dejó helado al muchacho.
– Cretino.- lanzó ella y salió de la habitación dejando al muchacho petrificado.
No entendía lo que acababa de pasar. Se puso la mano frente a la boca y echó el aliento. Luego lo olió. No olía mal. Se encogió de hombros, recogió el instrumental y antes de marcharse echó una ojeada al letrero de la Fiesta playera. Sonrió y se fue.
El día era soleado. Era soleado y alegre como en todos los malditos cuentos de hadas, en los que más tarde o más temprano alguien se pone a cantar en lugar de narrar las cosas en prosa. Sí, era un día feliz como todos en el bosque, excepto para Ricitos de Oro. Desde que la muchacha había tenido uso de razón, se había percatado del daño que sus padres le habían hecho al ponerle un nombre tan estúpido y repipi. Ricitos, acababa de saltarse las clases, no era que no le gustara estudiar, que no le gustaba, era porque sus compañeros siempre se burlaban de ella por su nombre, por eso y porque su madre la obligaba a ir vestida como una jodida pastora. Pero si no había visto una puta oveja en su vida. Bueno, de modo que se adentró en el bosque con la esperanza de sentarse tranquila y liarse un par de porros. Lamentó no llevar consigo la botella de ginebra que había hecho comprar el otro día a un vagabundo a cambio de medio bocata de mortadela, y que tenía que ocultar dentro de su muñeca Nacha, o “Nacha la borracha” como solía llamarla.
Entonces se topó con una cabaña en medio del bosque. Le pareció extraño, pues era una choza guapa y bien conservada. Una luz se iluminó dentro de su mente. Se acercó sigilosamente a la puerta y llamó un par de veces, y esperó. No había nadie. Se frotó las manos y sacó de su bolsillo su Kit especial del buen criminal. Un juego de ganzúas de lo más completo. Sus padres eran unos ignorantes, pues se lo había pedido para Navidad el año pasado, y los muy ilusos creyeron que se trataba realmente de un juego. Serán imbéciles los mayores.
Forzó la puerta sin dificultad. Aquellos ricachones estaban vendidos, allí en medio de ninguna parte. Seguro que tenían cantidad de cosas que luego podría vender a su colega el Empeños. Entró en la cocina, y topó con una mesa dispuesta ya para la comida. En ella había tres platos llenos de sopa. Se acercó al primero, metió un dedo. Uf, estaba ardiendo. Se puso ante el segundo. Tomó cuidadosamente una cucharada. Eh, esta está demasiado fría. Y se acercó, ya reticente, al último, que estaba frente a una silla más pequeña que las otras. Se llevó una cucharada a la boca. Argh, ya no me acordaba de que odio la sopa, se dijo. Cogió de la mesa una botella de vino tinto con aspecto de ser de buen año (vamos, caro) y se amorró a ella. En cuestión de un momento se la había acabado. Tambaleándose por el vino, subió al segundo piso. Había solo una habitación, con tres camas puestas la una al lado de la otra. Se tumbó en la primera. Saltó al momento rascándose por todas partes. Estaba llena de pelos. Se echó en la segunda. Desprendía un olor desagradable a potingues para el cuidado del cabello que la mareó, así que se bajó. Ya tan borracha que no podía dar un paso más se desplomó sobre la última y quedó grogui.
Mientras tanto, tres extraños seres se acercaban a la mansión, brincando y cantando. Joder claro, es que al fin y al cabo esto es un cuento. Eran los tres osos. Papá oso, mamá oso y el hijo oso. Cuando fueron a entrar en su “keli” se toparon con que la puerta había sido forzada. Papá oso sacó su Magnum 44 y entró sigilosamente, seguido por el resto de la familia. Mamá oso corrió a la cocina y se llevó las manos a la cara horrorizada cuando descubrió que no había fregado los platos antes de irse, y el fregadero estaba lleno. Es que Mamá oso era una señora de su casa con todas las de la ley, muy comprometida con la limpieza del hogar y las reuniones de “tupperware”.
– Alguien s’ha papeao nuestra manduca, viejos.- Dijo el hijo oso tal y como hablan los jóvenes de hoy día.
Papá oso mosqueado empuñó con fuerza su revólver y cerró la puerta de la entrada con llave. Si alguien había roto la quietud de su hogar le rompería las piernas a cambio. Subió seguido por su familia. Entraron en el dormitorio. El hijo oso gritó:
– Mira viejo, hay una chorba sobando en mi piltra.
Ricitos se despertó sobresaltada y Papá oso le apuntó con el arma. La muchacha se echó al pie de la cama esquivando los tiros. Oía como las balas silbaban sobre su cabeza. Se maldijo por haber entrado en la puta casa de los osos sin haberse fijado en el emblema de la Asociación Nacional del Rifle que colgaba junto a la entrada. Aquellos animales estaban a punto de joderla bien. Como iba a volver a casa con el puto vestido de pastora con un agujero de bala. Casi prefirió salir y que le volaran la cabeza. Pero se lo pensó mejor, tal vez por los efectos de la María o el alcohol. Se armó de valor y saltó por la ventana. Lo que no podía imaginarse Ricitos de ninguna de las maneras, era que debajo de aquella ventana había un foso lleno de estacas afiladas que acabarían con su vida. Los tres osos se acercaron a la ventana y miraron a través. Entonces Papá oso dijo:
– Ves hijo, todas hacen lo mismo.
– Ya tenemos la cena.- Dijo Mamá oso.- Voy a ir calentando los fogones.
Los tres osos se abrazaron y bajaron de nuevo las escaleras cantando y brincando, como en los putos cuentos de hadas. Y vivieron felices y comieron Ricitos de Oro.