«Miedo»


«El miedo es un sufrimiento que produce la espera de un mal.»
Aristóteles

Miedo

No estaba dormida. Se encontraba estirada en la cama, inmóvil, mirando como sus pies sobresalían al otro extremo de la cama de debajo de las sabanas.  Extendió el brazo hacia el otro lado de colchón. Estaba frío. Vacío. Junto a su cabeza, en la mesita, el despertador dejó escapar un tímido “bip-bip” como si temiera molestar. Volvió su mirada hacia la pantalla y vio aquellos números rojos en el marcador digital: 7:00. No quería levantarse, pero tampoco estaba cansada. Sentía en el estómago una extraña sensación de desasosiego, como si mariposas revolotearan en su interior de forma inquieta. Respiró profundamente y se incorporó. Se quedó sentada al borde del colchón, mirando sus pies reposar sobre el parquet. Separó y juntó los dedos varias veces, después los cubrió con las zapatillas de color crema y se levantó.

Bañó su cara abundantemente con agua y se quedó de pie frente al lavabo, observando, pero sin mirar, el rostro que se reflejaba en el  espejo. No estaba segura de quien era. Dejó que las gotas resbalaran tranquilamente por su piel, era una sensación agradable, pero pronto se desvaneció a través de sus poros. No tenía que ir a trabajar, pero lo hubiera preferido. No era de esas personas que necesitaran la rutina, pero aquel repentino cambio en mitad de la semana, aunque anunciando no era bien recibido. Se preguntó si todos los cambios era siempre a peor. El suyo sí. Volvió la sensación de las mariposas, pero de forma más intensa. Corrió hacia el inodoro ante la sensación de nausea, pero no llegó a vomitar. Respiró profundamente hasta que la sensación se marchó. Todo el mundo solía hablar de ella como una mujer valiente, pero en aquellos momentos sentía que todos estaba tremendamente equivocados. Se miró la mano. Le temblaba. Ascendió con la vista hacia su muñeca, su brazo, su hombro, su seno. Desabrochó el sujetador desde su espalda y el pecho quedó al descubierto. Se situó frente al espejo y miró de nuevo a aquella persona. No la conocía. No conocía su cuerpo. Lo lamentaba. Se acarició el seno derecho, palpando con tres dedos la superficie. Allí estaba. Aquella intrusión en su cuerpo desconocido. Odiaba aquel pequeño bulto oculto bajo la piel tanto como le temía. Cáncer de mama. Así lo había llamado la doctora. No, posible cáncer de mama. No estaba todo perdido. Quizás no era nada. Un pequeño quiste, una acumulación de grasa. Puede que fuera benigno o se pudiera extirpar sin problemas. Por más que se lo repetía no se lo llegaba a creer. No había manera de tranquilizarse.

Se llevó las manos a la cabeza y agitó su pelo castaño de un lado a otro. Si hacía quimioterapia se le caería el pelo. Vuelve a crecer. Se lo recogió desde atrás formando un moño en su puño, para poder comprobar su aspecto con la melena corta. Si en aquel momento no se reconocía en el espejo, ¿cómo se sentiría al día siguiente? ¿Cómo se sentiría después de que le dieran la mala noticia? Dejó caer los cabellos que volvieron a su posición original. Se vistió sin prisa, aunque ansiaba de manera desmesurada que el tiempo pasara más rápidamente, pero no se dejó embargar por aquella sensación. Se decidió a convertirse en aquella persona de la que hablaban los demás. Aquella persona idealizada, irreal, que tal vez no existía de forma natural pero de la que ahora iba a tomar sus mejores cualidades. El miedo no se fue a pesar de ello. Pero quizás la valentía no estaba en no tener miedo, sino en seguir adelante a pesar de él.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s